ARQUIDICESIS
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La Voz Catlica noviembre de 2020
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Arquidicesis de Miami
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Mientras escribo esta columna, parece poco probable que el presidente Trump prevalezca en su desafo al conteo de vo- tos en varios estados. Y as, el ex vicepre- sidente Joe Biden ser nuestro prximo presidente, y el segundo presidente en nuestra historia que se identica a s mis- mo como catlico romano. Por supuesto, debido a su aparente disensin de las enseanzas catlicas debido a su apoyo a ciertas polticas anti-vida de su partido, ha sido criticado por muchos por no ser lo sucientemente catlico. Pero al mismo tiempo, nuestra jueza ms reciente de la Corte Suprema ha sido criticada por otros por ser demasiado catlica. Con el nombramiento de Amy Coney Barrett, dos tercios de la Corte se identi- can como catlicos, a pesar de que los catlicos representan solo un poco ms del 20% de la poblacin estadounidense. Tambin estamos sobrerrepresentados en el Capitolio, donde el 31% de los miembros del Congreso se identican como catlicos. Y los catlicos tambin estn sobrerrepresentados en las fuerzas policiales y en la profesin legal. Este es un gran logro, teniendo en cuenta que, durante gran parte de la historia de nuestra nacin, los catlicos fueron considerados con sospecha como no americanos , y que el anticatolicismo sigue siendo un prejuicio profundamente arraigado en la vida estadounidense. Sin embargo, la divisin en Estados Unidos hoy no es entre catlicos y protestantes. Como estadounidenses, estamos separados por una divisin religiosa y secularista. Por un lado, los secularistas deenden una autonoma radical, segn la que la verdad no est determi- nada por la naturaleza de las cosas, sino por la propia voluntad. El lado religioso -nuestro lado- sostiene que los hombres y las mujeres no son auto-creadores sino criaturas, que la verdad no se construye sino que se recibe, y que debe reejar la realidad de las cosas. Quizs los catlicos de hoy puedan construir un puente entre los principios fundacionales de nuestra nacin y los principios de la enseanza social catlica con su comprensin de la ley natural. La enseanza catlica proclama la digni- dad de todo ser humano, pero tambin reconoce la realidad del pecado. Nuestras fuerzas policiales, nuestras agencias de servicios sociales, nuestras escuelas, nuestros tribunales, se enfrentan a las consecuencias del peca- do todos los das. Nues- tros fundadores tambin reconocieron la pecami- nosidad humana, razn por la cual nos dieron un gobierno separado en poderes y basado en controles y equilibrios. Los fundadores de nuestra nacin cons- truyeron mejor de lo que saban y mejor de lo que apreciamos hoy. Su visin de la libertad se basaba en libertades ordenadas, una visin notablemente congruen- te con el pensamiento social catlico. Santo To- ms de Aquino, el gran telogo del siglo XIII, se habra sentido muy cmodo en presencia de Jeerson, Adams y Monroe. Y ellos, estoy seguro, se sentiran ms cmodos en su presencia que en la presencia de cualquier nmero de abogados constitu- cionales educados hoy en Harvard. Hoy vemos mucha ira en nuestra sociedad. Y gran parte de esa ira se ve en nuestras calles y se expresa en las redes sociales. Escuchamos consignas en conicto: Las vidas de los negros importan, Las vidas de los policas importan, Todas las vidas importan, y de quienes se identican como pro-vida: Las vidas de los no nacidos importan. Y todas importan: debajo de estos lemas hay un argumento sobre quin pertenece realmente a nuestra sociedad? y quin est excluido? La doctrina social catlica sobre la vida y la dignidad de la persona humana, la solidaridad humana, el bien comn y la necesidad de que los gobiernos respeten el principio de subsidiariedad, pueden hacer contribuciones importantes para abordar el malestar social que aqueja a nuestra sociedad de hoy en da, que en- frenta los desafos del persistente racismo, la creciente desigualdad y la intolerancia de una cultura de cancelacin. El novelista irlands James Joyce des- cribi una vez a la Iglesia catlica como aqu viene todo el mundo; no lo quiso decir como un cumplido. Pero la Iglesia da la bienvenida a todos: santos y peca- dores, ricos y pobres, eruditos e iletrados. Como catlicos, no debemos quedar atrapados en discusiones internas sobre quin es demasiado catlico y quin no es lo sucientemente catlico. En cualquier caso, Jess lo resolver el da del juicio. Mientras tanto, cada catlico bautizado puede llamarse a s mismo un catlico practicante, porque esta vida es nuestra nica oportunidad de practicar la fe hasta que lo hagamos bien. Y, debido a que todos somos pecadores, todos debe- mos practicar mucho.
Arzobispo Thomas Wenski
Ana Rodrguez-Soto Editora Ejecutiva de LVC y del FC de Miami MIAMI Hace mucho tiempo, en una nacin muy, muy lejana: as es como mu- cha gente blanca tiende a ver el racismo. Pero no fue hace tanto tiempo para Do- nald Edwards, superintendente asociado de escuelas de la Arquidicesis de Miami. En 1982, despus de ser contratado como director de la escuela St. Michael en Memphis, solicit su archivo personal a su empleador anterior, la escuela St. Ann en Bartlett, Tennessee, ambas en la Dicesis de Memphis. Fue entonces cuando vio la nota que la directora de St. Anns, una Hna. de la Ca- ridad de Nazareth, Kentucky, haba escrito en su solicitud despus de entrevistarlo: Negro pero renado. Lo romp, estaba muy enojado, recor- d Edwards. Lo haban contratado en St. Ann en 1978, una escuela con una matrcula de blancos. Despus de comenzar all, me dijeron que algunas familias dejaron la escuela cuando comenc, dijo Edwards. Cuatro aos despus, mientras asista a una conferencia para administradores de escuelas catlicas en un centro de retiro en Alabama, la superintendente de escuelas catlicas de Memphis, una Hna. de St. Joseph de Boston, descubri que su habitacin estaba al otro lado de la de Edwards en el pasillo. Ella insisti en ser trasladada, indicando que sera inapropia- do que durmiera al otro lado del pasillo de un hombre negro. Sin embargo, dijo Edwards, ella me condujo a la direccin, y me cuid, me am y me prepar. Pero ella estaba sujeta a su propio fanatismo en ese caso. Era una dama a la que admiraba mucho. Esas son las luces y sombras de la experiencia afroamericana a la que se reri el Arzobispo Thomas Wenski cuando dio inicio al Mes de la Historia de los Catlicos Negros en la Arquidicesis. La Misa tuvo lugar el 8 de noviembre de 2020 en la iglesia y el Catholic Student Center (Centro de Estudiantes Catlicos) de St. Augustine, en Coral Gables. Hablar de la experiencia de los afroamericanos en la Iglesia Catlica nos lleva, por supuesto, al mes de la historia catlica negra, seal el Arzobispo. Es una historia con muchas luces brillantes y demasiadas sombras oscuras. Entre ellas, el hecho de que, hace tan solo 60 aos, los catlicos negros tenan que sentarse en los bancos traseros de la iglesia Gesu en el centro de Miami, y esperar hasta que los blancos recibieran la Comunin antes de hacerlo ellos mismos. A veces tenan que ir despus de la Misa al stano para recibir la Comu- nin. Esa era la norma, dijo Katrenia Reeves-Jackman, directora de la Ocina arquidiocesana del Ministerio Catlico Negro. Ella tambin habla por experiencia personal: la de sus padres. Sin embargo, Reeves-Jackman, nacida en Miami y criada en Overtown, asisti a escuelas catlicas toda su vida:
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Cada catlico bautizado puede llamarse a s mismo un 'catlico practicante', porque esta vida es nuestra nica oportunidad de practicar la fe hasta que lo hagamos bien.
-Arzobispo Thomas Wenski
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